No pocos días estuve pensando en cómo escribir un artículo relativo al aniversario
luctuoso de Amado Nervo (Tepic, 17 de agosto de 1870-Montevideo, 24 de mayo de
1919), la primera complicación fue el no conocer tan a fondo una obra a la que
se le puede dedicar una vida, posteriormente viene el cómo ofrecer un marco
general sin hacer un recuento cuadrado e insípido, pensando en todo esto no caí
en cuenta de que una vez más el propio escritor había dejado bien claro el cómo
referirse a él durante el tránsito de las generaciones: “¿Versos
autobiográficos? Ahí están mis canciones, allí están mis poemas: yo, como las
naciones venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada, no tengo historia, nunca
me ha sucedido nada, ¡oh, noble amiga ignota!, que pudiera contarte.”
Y
es cierto, los altos y los bajos en la vida de Nervo forman la piedra angular
de sus poemas y de sus producciones en prosa, desde el joven literato metido
forzosamente a periodista en El Correo de
la Tarde hasta el consagrado pero exhausto ser humano que se deja entrever
en La última luna.
Amado Nervo, ca. 1900, Fuente: INEHRM
La
vida del poeta fue, como él mismo escribía, un perpetuo duelo contra enjambres
de fantasmas y quizás pueda atreverme a establecer un parangón entre lo experimentado
por él y lo descrito en El castillo de lo
inconsciente, cuento corto de su autoría.