miércoles, 22 de mayo de 2013

“Pudiendo ser rico, preferí ser poeta”: Amado Nervo

No pocos días estuve pensando en cómo escribir un artículo relativo al aniversario luctuoso de Amado Nervo (Tepic, 17 de agosto de 1870-Montevideo, 24 de mayo de 1919), la primera complicación fue el no conocer tan a fondo una obra a la que se le puede dedicar una vida, posteriormente viene el cómo ofrecer un marco general sin hacer un recuento cuadrado e insípido, pensando en todo esto no caí en cuenta de que una vez más el propio escritor había dejado bien claro el cómo referirse a él durante el tránsito de las generaciones: “¿Versos autobiográficos? Ahí están mis canciones, allí están mis poemas: yo, como las naciones venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada, no tengo historia, nunca me ha sucedido nada, ¡oh, noble amiga ignota!, que pudiera contarte.”
Y es cierto, los altos y los bajos en la vida de Nervo forman la piedra angular de sus poemas y de sus producciones en prosa, desde el joven literato metido forzosamente a periodista en El Correo de la Tarde hasta el consagrado pero exhausto ser humano que se deja entrever en La última luna.

Amado Nervo, ca. 1900, Fuente: INEHRM

La vida del poeta fue, como él mismo escribía, un perpetuo duelo contra enjambres de fantasmas y quizás pueda atreverme a establecer un parangón entre lo experimentado por él y lo descrito en El castillo de lo inconsciente, cuento corto de su autoría.

El ascenso: 1870-1900


Tres grandes momentos son los que de manera general podríamos encontrar en Nervo, su camino desde Tepic hasta París, su estancia europea representando el pináculo de su carrera y su breve estancia en el castillo de la felicidad, y finalmente su  descenso, que comienza en 1912 con el deceso de su musa.
Nacido en Tepic, entonces perteneciente a Jalisco, el niño Juan Crisóstomo Ruíz de Nervo recibió una educación tradicional, basada en los modelos religiosos que aún imperaban en el México de la República Restaurada, se dice que comenzó a leer con los libros de cocina de su madre para después ingresar al colegio de San Luis Gonzaga de Jacona, en Michoacán y posteriormente en el seminario de Zamora entre 1886 y 1891, año en el que abandona sus estudios teológicos tras la muerte de su hermano Juan Francisco, por lo que faltando también su padre (quien había fallecido en 1883) tiene que hacerse cargo de su familia, por lo que durante algunos meses trabaja como dependiente en una tienda de ropa hasta que solicita una plaza en El Correo de la Tarde, periódico mazatleco en donde comienza a publicar poesías, crónicas teatrales y artículos varios utilizando el seudónimo de Román y adquiriendo las bases sobre las que levantaría su camino por la accidentada senda hacia el castillo.
Su formación católica coincide con la de la gran mayoría de los modernistas, les da un cimiento claro sobre el ambiente literario con el que decididamente rompen y los enlaza en torno de hombres como Manuel Gutiérrez Nájera, Justo Sierra o Carlos Díaz Dufoo; por lo que recién llegado a la capital, pero pensando siempre en su verdadero objetivo: París, busca y obtiene un lugar en publicaciones culturales como la Revista Azul, a la vez que publica su primera novela: El Bachiller (1895).

Retrato de Amado Nervo hecho por Julio Ruelas
Fuente: INEHRM

En aras de formarse como escritor profesional, es decir, alguien completamente dedicado a la literatura y remunerado por ella (dejando atrás a los polígrafos decimonónicos de la vieja guardia) se ve en la necesidad de adentrarse en el periodismo moderno, impulsado por los cables telegráficos y auspiciado por hombres como Rafael Reyes Spíndola, editor de El Imparcial y El Mundo Ilustrado a quien “se le atribuye la frase de que los periodistas son como los limones, a los cuales hay que sorber el jugo para arrojar luego con desprecio la corteza. Afirma que un reportero dura tres años, siete un editorialista y cuatro un cronista” (Pacheco, José Emilio, citado por Durán, Cuentos y crónicas, p. XII.).
Años después, Nervo confesará haberle entregado su juventud a Reyes Spíndola con cada entrega de su columna La Semana y con cada uno de los artículos que firmó como Rip-Rip, un gesto que el editor no pareció apreciar mucho ya que a pesar de que fue él precisamente quien patrocinó el primer viaje del poeta a Europa, hacia donde partió en 1900 para cubrir la Exposición Universal, retiró los fondos a medio camino debido a un arrebato de celos profesionales cubiertos bajo la excusa de que Nervo estaba violando su contrato al escribir y enviar crónicas de su viaje por Estados Unidos, Inglaterra y Francia a sus colegas modernistas.
-“¡Será por cuenta de la Revista Moderna!” Dijo Jesús Luján, mecenas de numerosos literatos y artistas como Julio Ruelas, ilustrador de la revista dirigida entonces por Jesús Valenzuela y que contaba con el apoyo de modernistas como Rubén M. Campos, Balbino Dávalos, Renato Leduc, José Bernardo Couto Castillo, entre otros escritores que costearon la estancia de Nervo en la ciudad de las luces.

“Por fin puedo hablar francés, estoy en mi patria. Hacía treinta años que no la veía.”

El periodo más fructífero dentro de la producción nerviana es el correspondiente a su paso por París y Madrid, en donde frecuentó la vida literaria de la Francia de inicios de siglo y trabó amistad con sus principales figuras: Leopoldo Lugones, Rubén Darío, Paul Verlaine, Jean Moreas o Mauricio Maeterlinck; orillado también a la pronta elaboración y entrega de poemarios y muchas veces bajo el patrocinio de sus amistades, publicó Poemas (1901), Origène (traducción de El Bachiller, 1901), el diario de viajes titulado Las flores del camino, Lira Heroica (ambas en 1902), Las voces (1904) y Jardines interiores (1905). Plasma su estrechez económica en una carta que envía a Luis Quintanilla en 1901 (Jiménez, Gustavo, Amado Nervo, una obra en el tiempo, p. 539):

Llevo ya algunos meses de miseria, de sacrificio inmenso, de dolor, y, sobre todo, óyelo bien, es muy vulgar, pero muy exacto, muy brutal, pero muy expresivo, de gorrear a todo el mundo, utilizando las simpatías que despierto, el teatro, el choche, hasta el pan amargo que me llevo a los labios.

De igual forma ubica gran parte de sus cuentos o novelas cortas en París, territorio al que venera como su ciudad ideal, como es el caso de El diablo desinteresado, relato en el que Cipriano de Urquijo, un artista hispanoamericano que reside temporalmente en París merced a una ínfima beca de pintor, se enamora perdidamente de la hija de un economista, todo mientras la trama incorpora a un individuo que se presenta ante Cipriano, quien bien podría llamarse Amado Nervo, como el mismo diablo, quien ayuda al joven pintor a conquistar la fama y el corazón de su musa.
El paralelismo entre su vida y su obra se hace patente de nuevo cuando hacia 1901 por fin toca la puerta del castillo de la plenitud, que no de la inconsciencia, recorriendo su interior de la mano de Ana Cecilia Dailliez de Largillier (1891-1912), quien permanecerá junto al poeta durante 10 años y lo inspirará para escribir piezas como Gratia plena:

Todo en ella encantaba, todo en ella atraía
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era llena de gracia, como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
|...|
¡Cuánto, cuánto la quise! ¡Por diez años fue mía;
pero flores tan bellas nunca pueden durar!
¡Era llena de gracia, como el Avemaría,
y a la Fuente de gracia, de donde procedía,
se volvió... como gota que se vuelve a la mar!

En 1902, de regreso en México, se reincorpora de lleno a la redacción y dirección de la Revista Moderna, al tiempo que comienza a impartir clases en la Escuela Nacional Preparatoria. Transcurre algunos años en los que los modernistas predicen y observan la inminente caída del régimen con el que si bien tuvieron algunas diferencias, jamás fueron opositores, en 1905 se incorpora como embajador ante España, a donde parte en compañía de Ana Cecilia y Margarita Dailliez, hija adoptiva de Amado.

Amado Nervo y Margarita Dailliez
Fuente: Este País

Contacta con Miguel de Unamuno y Benito Pérez Galdós, a través de quienes comienza a proyectar tanto a los autores mexicanos interesados en publicar y ser leídos en España, como a los peninsulares que deseaban participar al interior de la Revista Moderna, colabora también en publicaciones como la revista Ateneo o el periódico El Nuevo Mercurio. Una postal familiar de Nervo durante su estancia en la península es aquella en la que se le observa al interior de su habitación, mirando por un telescopio hacia los astros, afición que le abrió las puertas de no pocas asociaciones literarias y dotó a sus cuentos y novelas cortas de tintes fantásticos que lo colocan hoy día como pionero en la ciencia ficción latinoamericana, es el caso de: La última guerra o El hálito del dolor.
“Vuelve a la explanada y desciende hacia el dolor, que hiere y maltrata, pero individualiza”, le dice el hombre blanco a nuestro autor cuando el 6 de enero de 1912 le arrebata a su musa, de aquel año es el poemario La Amada Inmóvil:

TODO INÚTIL

Inútil es tu gemido:
no la mueve tu dolor.
La muerte cerró su oído
a todo vano rumor.

En balde tu boca loca,
la suya quiere buscar:
Dios ha sellado su boca:
¡ya no te puede besar!

En carta dirigida a su hermano Rodolfo, menciona (Arguelles, Juan, “El poeta y Margarita”, Este País, 2012):

Mi muy querido hermano, te agradezco muy de corazón las frases tan nobles y afectuosas que dedicas a mi Anita. Desgraciadamente no fui para ella tan bueno como lo merecía esa alma de elección que más de diez años me acompañó por la vida sin que un solo instante palideciera su ternura. Debí casarme con ella y no lo hice por preocupaciones y suspicacias que ahora a la luz cruda de mi dolor considero indignas y estúpidas.

“¡Cuántas cosas mira el que ha sabido cerrar los ojos!”

Corresponde a Isidro Fabela aconsejar a Venustiano Carranza enviar a un literato de la talla de Nervo en calidad de ministro plenipotenciario en Argentina, Paraguay y Uruguay (durante aquella época en la que se enviaban dignos representantes y no políticos incómodos a las embajadas), el poeta, quien iba acompañado de su hija Margarita, se traslada en marzo de 1919 a Río de la Plata en donde recibe toda clase de honores, participa en cualquier cantidad de eventos en su honor, en uno de ellos, organizado por el periódico La Nación, se reencuentra con Lugones, dicta conferencias y asiste a eventos meramente políticos innatos a su cargo.

Amado Nervo en 1918
Fuente: INEHRM

Mucho tiempo había pasado desde que el hombre blanco cerró las puertas del castillo, Nervo había dado la media vuelta y dejado atrás a su Amada inmóvil, por lo que la luna, “que descendía como un dios triste” le anunciaba tal vez su pronto fallecimiento, no sin antes ofrecerle lo que muchos de sus biógrafos señalan como un último soplo de amor, o simple fascinación tal vez, depositado en la figura de Carmen de la Serna (1893-1982), joven porteña nacida en el seno de una familia acomodada y tía mayor, vale la pena mencionarlo, de Ernesto Guevara de la Serna. En abril de aquel año, Amado Nervo escribe: “Estás páginas son exclusivamente de Carmen” al inicio de lo que póstumamente se conocería como La última luna, poemario en el que encontramos composiciones como “Yo te amaré...”:

YO TE AMARÉ con todos los amores:
el de amigo, el de esposo y el de hermano,
y en mi beso habrá todos los sabores
y todos los apoyos en mi mano.

Nervo se despide de la vida terrenal el 24 de mayo de 1919, el castillo había quedado muy atrás cuando por fin descendió a las lóbregas y agitadas aguas de un río tan desolado y maligno que sólo imagino como el Sumapaz (por aquel relato de José Ma. Ángel Gaitán que me atrevo a mencionar), sin embargo, la gloria estaba ya reconocida en él cuando falleció en el Parque Hotel de Montevideo a los 48 años de edad.

Honores fúnebres en el puerto de Veracruz
Fuente: INEHRM

Enterado el gobierno carrancista del sensible e importante fallecimiento de su cónsul, ordenó el inmediato traslado del cuerpo al país, por lo que se dispuso una magnánima escolta alrededor del crucero Uruguay formada por navíos argentinos, cubanos, venezolanos y brasileños, los cuales acompañaron al poeta en las escalas que entre septiembre y noviembre hizo en Río de Janeiro, Pernambuco, Trinidad, La Guayra, Kingston, La Habana y Progreso hasta finalmente ser recibido con todos los honores en el puerto de Veracruz, transportado hasta Buenavista, homenajeado en el Teatro Arbeu por autoridades federales, universitarias e invitados extranjeros, y finalmente inhumado en la Rotonda de las Personas Ilustres el 14 de noviembre de 1919, lugar en el que hoy cualquiera puede visitarle y en donde la mística de su sepulcro parece recitar en voz baja los versos de En Paz, uno de sus poemas más citados y por demás apropiados al sitio de su eterno descanso:

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Fuente: Rotonda de las Personas Ilustres

Fuentes recomendadas:

o   Argüelles, Juan Domingo, “El Poeta y Margarita”, Este País,  1 de enero de 2012.
o   Jiménez, Gustavo, “Amado Nervo, una obra en el tiempo”, en Clark, Belem y Speckman, Elisa (comp.), La República de las letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico, Volumen III, Galería de escritores, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2005.
o   Nervo, Amado, La última luna (ed. Lara, Ediff; Pierini, Margarita y Ramírez, Carlos), CONACYT y UNAM, 2004.
o   Nervo, Amado, Cuentos y Crónicas (selección y prólogo de Manuel Durán), México, UNAM, 2008.

2 comentarios:

  1. :3 Lo amé sigue así. Creo que haz crecido mucho en cuanto a escritura felicidades.

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  2. Muy buen relato, lo felicito. Mañana, 27 de agosto, el poeta nayarita estaría cumpliendo 148 años.

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