En indio ser mi vanidad se funda,
porque el indio socorre en su miseria
a los vasallos de Isabel segunda.
Ignacio Ramírez
Un día trece
nació y murió Ignacio Manuel Altamirano, noviembre de 1834 en Tixtla, Estado de
México (hoy Guerrero), y febrero de 1893 en San Remo, Italia. Me ocupo ahora de
él (volviendo gustoso a posponer el artículo sobre novela negra) pues su vida
nos demuestra que no existen impedimentos para el talento una vez que este se
encuentra. Ministro de la Suprema Corte, Diputado en numerosas ocasiones,
Coronel, diplomático, novelista, poeta, maestro. Todo lo presenció durante una
vida que, de no haber sido por una serie de acontecimientos muy afortunados
para él, pudo haber pasado desapercibido para la historia de nuestro país.
Ignacio M. Altamirano, fotografía tomada del INEHRM
Un descubrimiento fortuito
Ignacio Homobono
Serapio Altamirano Basilio nació en Tixtla, patria chica de Vicente Guerrero,
hijo de Francisco Altamirano y Juana Gertrudis Basilio. En 1881, siendo Diputado, declaró:
“Yo no me enorgullezco de ser indio ni me siento humillado por ello, porque
nadie tiene la discreción de nacer en tal o cual raza de las que constituyen el
género humano.”
La
suerte comenzó a obrar en su favor desde su juventud, pues su padre fue electo
alcalde indígena de su comunidad, lo cual le permitió inscribir a su hijo (no
muy hábil en los oficios de herrero y carpintero) en la escuela de los niños de
razón, es decir, apunta Ana María Cárabe: aprendió a leer, escribir y a
realizar operaciones matemáticas básicas. Al indígena tan solo le era enseñado
a leer y a rezar el catecismo de Jerónimo Martínez de Ripalda (si es que se le
enseñaba algo). En aquel entonces Ignacio sólo hablaba náhuatl, ingresó a la
escuela de primeras letras a los 12 años (edad en la que un niño abandona la
escuela primara hoy día).
Sin
saberlo, a la par que aprendía el idioma castellano y se educaba para en el
mejor de los casos ser comerciante o ejercer un oficio en su tierra, varios
factores se combinaban en su favor. En 1847 Francisco M. de Olaguíbel fue
electo gobernador del Estado de México (que entonces tenía salidas tanto al
océano pacífico como al Golfo de México), además de fortificar el territorio
ante la inminente invasión norteamericana, Olaguíbel y sus subalternos
(Ramírez, Prieto, Valle, Iglesias, entre otros) prestaron atención a
problemas como la abolición de las alcabalas, la prohibición de las corridas de
toros, y sin demeritar estas y otras medidas: al rezago educativo.
Uno de los objetos más preciosos que nunca deben
perder de vista los gobiernos constituidos, conforme á principios libres y de
progreso, es el de la enseñanza pública en todos sus ramos |...| Por
circunstancias angustiadas en que se halla el erario del Estado, no se pueden
distraer los fondos con prejuicio de los deberes sagrados y de primer órden
|...| sin embargo, como la mayor parte de los superiores y catedráticos del
establecimiento que se va á erigir, lo serán por esta vez renunciando a todo
sueldo y emolumento.
Se
reinauguró el Instituto Científico y Literario, fundado por José Ma. Luis Mora
en Tlalpan durante 1833, y trasladado por Lorenzo de Zavala a Toluca una vez
que esta ciudad se convirtió en la capital del estado. La dirección recayó en
Felipe Sánchez Solís a petición de su amigo Ignacio Ramírez, quien impartía las
cátedras de literatura y jurisprudencia, y quien también creó las llamadas
“colegiaturas de gracia” para estudiantes indígenas en todos los distritos del
territorio mexiquense.
Instituto Científico y Literario de Toluca, actual UAEM
“Cada
ayuntamiento nombrará un niño, natural del Estado, pobre, sano, que tenga
concluida su educación primaria, y en ella haya manifestado buena conducta,
aplicación y habilidad.” En Tixtla, el beneficiado fue Altamirano, de 14 años
entonces, quien comenzó a recibir el apadrinamiento de dos personas, a quienes
guardó profundo agradecimiento durante toda su vida: Juan Álvarez, caudillo del
sur, e Ignacio Ramírez; el primero costeó en cuanto pudo sus estudios, y el
segundo lo instruyó en los principios liberales y progresistas que defendería
hasta su muerte. Padre e hijo tardaron tres días en llegar a Toluca montados en
dos caballos de tropa prestados por el capitán Ignacio Campos.
Comprendí que aquel cambio en mi vida era un gran bien
|...| Aquella ley no sólo me había favorecido a mí, sino a también a otros
muchos jóvenes indígenas |...| Pobrísimos como yo, y como yo condenados
seguramente, si tal disposición no hubiese venido a salvarnos, a arrastrar una
vida de ignorancia y de miseria.
Estuvo
a punto de ser expulsado por unos versos obscenos que le fueron atribuidos
erróneamente; comenzó también a ganarse la enemistad de los conservadores al
publicar el folletín llamado Los Papachos
junto a Juan A. Mateos, quien junto con su hermano Manuel, Joaquín Alcalde,
Gumersindo Mendoza y Juan Díaz Covarrubias eran alumnos del Nigromante (quien
se casó con Soledad Mateos, hermana de Juan y Manuel); Altamirano perdió su
beca cuando Tixtla dejó de formar parte del estado en 1849, sin embargo, el
mecenazgo de Álvarez y el trabajo que encontró en Toluca como bibliotecario y
posteriormente como maestro de francés, le ayudaron a solventar sus gastos.
Para 1852, cuando causó baja del instituto, debía 567 pesos (el jornal de la
época era menor a 38 centavos).
Pruebas de fuego
En 1854 ingresa
a estudiar jurisprudencia en el Colegio de San Juan de Letrán pero no tarda
mucho en sumarse a la Revolución de Ayutla, liderada por su protector, Juan
Álvarez, en contra de Santa Anna. Casi un año después, terminado el conflicto,
se reinscribe al colegio y asiste como espectador a los debates del Congreso
Constituyente de 1857.
La
paz no dura mucho, Ignacio Comonfort traiciona al partido liberal y desconoce
la carta magna, comenzando así la Guerra de Reforma. Altamirano le dedica
entonces las siguientes líneas:
Doquier desolación, doquier
gemidos,
doquier encadenadas nuestras manos,
en la ciudad reinando los tiranos,
en el campo reinando los bandidos.
|...|
¿Lo ves traidor?, todo esto es obra
tuya,
cual huracán horrible has desatado.
¿No hay una bala para ti, malvado?
¿No hay un rayo de Dios que te
destruya?
|...|
¡Oh! Tiembla Comonfort...escucha el
grito
que dominaba el fragor de la
matanza
un grito atroz, inmenso, de
venganza,
¡dios te condene, apóstata
maldito!
Y
a pesar de que 1859 fue un año de alegrías personales al casarse con la también
tixtleca Margarita Pérez Gavilán, estas fueron las menos frente a la
cruenta guerra intestina entre liberales y conservadores, en abril de aquel
año, una tragedia lo tocaría especialmente a él, pues luego de terminada la
batalla de Tacubaya, entre las fuerzas conservadoras de Leonardo Márquez (desde
entonces llamado “El Tigre de Tacubaya”) y liberales de Santos Degollado, en
donde perdió este último), se decidió no dar cuartel a los
prisioneros y pasar por las armas a 59 civiles (médicos y voluntarios)
que asistieron a los heridos, entre ellos se encontraban Juan Díaz Covarrubias y
Manuel Mateos.
Altamirano
fue a recoger ambos cuerpos y escribió:
Mezclados entre la muchedumbre, pudimos buscar a
nuestros amigos que apenas podían reconocerse, despedazados como estaban por
las balas. Mateos tenía desecho el cráneo y saltado el ojo derecho; Díaz
Covarrubias destrozado también el cráneo y hecha trizas una mano |...| Junto a
esos cadáveres los soldados bebían y fumaban indiferentes, y las asquerosas
soldaderas, avezadas a esos espectáculos, reían y retozaban como una banda de
arpías.
Leonardo Márquez, "El Tigre de Tacubaya"
Regresa
a Tixtla para combatir a favor de los constitucionalistas y funda El Eco de la
Reforma. A la victoria liberal es electo diputado por el distrito de Chilapa y
utiliza su curul para reprocharle al ejecutivo su tibieza, se opone a la
amnistía para los militares conservadores y para 1862 encabeza a 51 diputados
que piden la renuncia de Juárez.
"Altamirano con su esposa, Margarita Pérez, y sus hijos adoptivos Aurelio y Palma Guillén", fotografía y texto tomados del INEHRM
En
1865, Ignacio Ramírez le escribe desde su exilio forzado en Hermosillo:
Querido Próspero [Seudónimo periodístico de
Altamirano]:
Este regreso a la nacionalidad es un consuelo; volveremos por el caño ya
que no podemos entrar por las puertas |...| En mi desaliento, hago más caso de
las descripciones de usted que de sus esperanzas; lo sigo entusiasmado cuando
me pinta las sonrisas y los enojos del mar |...| Sígame usted comunicando sus
interesantes noticias, y se las cambiaré por las mías; también las de Fidel
[Prieto] que, como siempre, es muy divertido cuando me escribe. Hace tiempo que
no lo hace, sin duda no lo dejan los inmaculados. Éstos son unos bichos de
cuyas travesuras Dios libre a usted y a su afectísimo amigo.-El Nigromante.
Durante
la Intervención Francesa vuelve al sur y resguarda su familia en La
Providencia, hacienda propiedad de Juan Álvarez, luego de algunos problemas con
Diego Álvarez, gobernador e hijo del caudillo, respecto a su pasividad ante el
invasor, Altamirano reúne a 400 tixtlecos y, con el rango de coronel auxiliar,
sostiene numeroso encuentros contra las tropas imperialistas; luego de tomar Tlalpan se
integra a fuerzas del general Vicente Riva Palacio y sigue sus órdenes hasta el
sitio de Querétaro, en donde Altamirano trata brevemente al derrotado emperador
Maximiliano.
Sentados: Vicente Riva Palacio, Ramón Corona e Ignacio Manuel Altamirano, fuente INEHRM
“Cesó la lucha, volvieron a
encontrarse en el hogar los antiguos amigos”
Como apunta
Nicole Giron, en 1867 el recuento de los daños era desalentador: el país y su
economía en ruinas, salteadores de caminos resultado de la extinción de las
fuerzas militares (temática abordada en El
Zarco) y muchísimos muertos, entre ellos amigos cercanos de Altamirano
“otrora prometidos a una exitosa carrera literaria: Florencio M. del Castillo,
Juan Díaz Covarrubias, Manuel Mateos, Marcos Arroníz y Miguel Cruz Aedo.”
En
aquel año fundó El Correo de México
para oponerse a la reelección de Juárez y mostrarse partidario de Porfirio Díaz,
entonces considerado héroe. Lo acompañaron entonces Ramírez,
Prieto, Antonio García Pérez, Alfredo Chavero, José Tomás de Cuellar y Manuel
Peredo. Sin embargo, el periódico termina con la victoria juarista en las
urnas. La Orquesta publicó al
respecto (18 de diciembre de 1867): “Ha muerto este campeón de la oposición
|...| El personal de su redacción era promesa de inteligencia |...| Allí Nacho
Altamirano, con la candente precisión de su dialéctica.”
Por su parte, los
redactores de El Correo publicaron (14
de diciembre):
Depositamos
sobre el altar de la Patria nuestra pluma de periodistas |...| Las banderas
envejecen pronto y si el demonio del periodismo vuelve a tentarnos, tenemos la
esperanza de que en nuestro horizonte político ya no aparecerán los personajes
del día |... | Los pueblos, como las plantas, se alimentan por sus raíces; no
importa que el árbol se pode, antes mejora sus frutos, volveremos cuando los
nuevos ramos florezcan.
El Correo de México, fuente HNDM
Harto
de la política, se retira de los grandes círculos y consagra sus esfuerzos a la
restauración educativa y literaria del país, en 1869 funda El Renacimiento, donde reúne a todos los literatos e intelectuales:
viejos como Pimentel y Ramírez, jóvenes como Sierra (su discípulo) y Acuña,
conservadores como Roa Bárcena y liberales como Prieto y él mismo.
En
esta revista, que edita junto con Gonzalo Esteva, publica sus famosas Crónicas
de la Semana, crónicas teatrales, traducciones de autores extranjeros
(especialmente alemanes), artículos biográficos de personajes como Charles
Dickens, Fernando Orozco y Berra, Melesio Morales o Florencio M. del Castillo;
es también el sitio en el que publica por entregas la primera novela mexicana
moderna: Clemencia. Ubicada en
Guadalajara durante la intervención.
Altamirano
utilizó a la novela, tal como a la prensa, como medio para educar a los
lectores, e hizo dos grandes aportes, apunta León Guillermo Gutiérrez en La novela mexicana de la Independencia a la
Revolución: “el primero, hacerla nacional, y el segundo, establecer el arte
de escribir novelas con propósitos y conciencia artísticos |...| El motivo
serán México y el mexicano”.
Sus
historias se nutren del romanticismo tardío que fue desarrollado en nuestro
país, los personajes de Clemencia, Antonia, Julia o El Zarco son arquetípicos:
mozos imberbes, de ascendencia europea, sin apego a la nación en la que
nacieron o simplemente trúhanes como Enrique Flores o el Zarco, quien se dice
representa a Salomé Plasencia (líder de los llamados Plateados en Yautepec,
Morelos) aliados, siempre con funestos resultados, con bellas pero muy
interesadas mujeres como Isabela o Manuela; en contraste, se ofrecen retratos
ideales de lo que el mexicano debía ser en la concepción del autor en
personajes como Nicolás, Pilar, Clemencia o Fernando Valle.
Para
el lector actual podrían sonar a mera ficción sus obras, pero una vez que se
conoce el contexto de las mismas, se aprecia un brutal realismo en ellas; Clemencia se desarrolla durante la
invasión francesa a Guadalajara, mientras que en El Zarco tenemos en realidad una novela histórica, como la ha
calificado Manuel Sol, ya que contiene a personajes que en realidad actuaron
como fuerzas beligerantes, por un lado están los bandidos como el Tigre de
Yautepec y Salomé Plasencia, y por el otro personajes como Martín Sánchez
Chagollán, quien luego de perder a su familia en manos de Los Plateados, reunió
a un grupo considerable de hombres y pidió licencia al mismo Presidente Juárez
para hacerles frente, adoptando el nombre de Los Justicieros. Los escenarios
también son verídicos, tal es el caso de la Hacienda de Xochimancas, guarida de
los bandidos y lugar en el que se desarrolla la orgía en la novela.
Versión manuscrita de El Zarco
Ana
Ma. Cárabe, en El pensamiento político de
Ignacio Manuel Altamirano, y Efrén Ortiz, en Liberalismo y Utopía, coinciden al decir que en toda novela de
Altamirano existe un mensaje subyacente a la trama principal: “El patriotismo
en Clemencia |...| Y la observancia
de la legalidad en El Zarco”. El
ánimo conciliador, así como la visión ideal y plena del pensamiento de Altamirano
la podemos leer en La Navidad en las
montañas:
La historia presenta a un soldado liberal que, de
travesía por las montañas, conoce un pequeño pueblo cuyo vicario, en apego a la
estructura patriarcal tradicional, contribuye a crear un clima de armonía,
respeto y sencillo fervor |...| La organización económica del pueblo está
fundada en la participación colectiva, la cooperación, la distribución
equitativa de los productos; en cuanto a la administración de orden y justicia,
la solución de los conflictos es confiada a la sabia decisión de los ancianos y
sancionada a la par por el alcalde (autoridad civil) y el sacerdote (autoridad
espiritual).
“En 13 nací, en 13 me casé, en 13
he de morir”
Fue
un hombre prolífico en muchos campos, sus escritos abarcan 24 tomos entre
crónicas, escritos jurídicos, epistolarios, etcétera; publicó Clemencia en 1869; La Navidad en las montañas en 1871, obra que reescribió y publicó
en París hacia 1890; Antonia y Beatriz en 1872 y 1873; dejó inéditas
algunas otras como El Zarco e
inconclusas otras como Atenea,
publicadas en 1901 y 1935.
Durante
sus últimos años fundó el periódico La
República y publicó para medios como El
Federalista, El Siglo XIX, El Monitor Republicano, entre muchos
otros. Perteneció a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, misma que
presidió de 1881 a 1889, así como al Liceo Hidalgo y al Liceo Mexicano, llamado
en su honor Liceo Altamirano desde 1893. Mencionar también que al tiempo que se
desempeñaba como Ministro de la Suprema Corte y catedrático de Cronología,
Historia General e Historia Patria en la Escuela Nacional Preparatoria, impulsó
la carrera literaria y periodística de los entonces jóvenes positivistas,
realistas y modernistas, entre ellos: Justo Sierra, Luis G. Urbina, José M.
Bustillos, Enrique Fernández Granados, Luis González Obregón (a quien está
dedicada El Zarco), Antonio de la
Peña, José P. Rivera, Ángel de Campo (Micrós),
José Peón del Valle, entre otros.
Para
1889, Porfirio Díaz lo nombra cónsul en España, a donde se presenta minado ya
por la diabetes y la disentería que padecía, permuta entonces su cargo
diplomático con su viejo colega Manuel Payno, embajador en Francia, y se
establece en el Boulevard Saint Germain. Representó a México durante un breve
periodo en Suiza e Italia.
En
1892 enferma de tuberculosis y se traslada a la población italiana de San Remo,
desde donde escribe a sus hijos adoptivos: Aurelio y Palma Guillén. No tuvo
descendencia biológica. Y tal vez su obra inconclusa, Atenea (misma que iba a completar el círculo de los Idilios y elegías: memorias de un imbécil),
refleja el sentir del autor y la percepción que tenía del país en que sabía
moriría, el personaje del texto escribe en su diario:
¡Venecia! ¡Venecia es la ruina y el sepulcro! Aquí
encuentro los vastos palacios con las apariencias de la vida y que no son más
que mausoleos; en ellos puedo meditar y agonizar, reclinando mi frente enferma
en cualquiera de esas ojivas de mármol en las que parece reinar el genio del
silencio y de la muerte.
Murió
el 13 de febrero de 1893, su cuerpo fue cremado y trasladado vía Nueva York y
Veracruz hasta la Ciudad de México, fue sepultado primeramente en La Piedad
hasta que en el centenario de su natalicio, 13 de noviembre de 1934, fue trasladado a la Rotonda de las Personas Ilustres.
Algunas recomendaciones
Afortunadamente,
la obra de Altamirano es una de las más leídas y apreciadas de entre todos los
literatos decimonónicos de nuestro país, es muy fácil encontrar ediciones
buenas, bonitas y baratas de novelas como Clemencia
o de los Cuentos de Invierno. Además,
los 24 tomos de las Obras Completas de Altamirano fueron recientemente
reeditados por Conaculta.
El Zarco también se puede adquirir fácilmente (inclusive en
versión manuscrita editada por la UNAM), pero antes de que lo hagan les
recomiendo mucho el artículo “Los Plateados en Morelos: un ejemplo delbandolerismo en México durante el siglo XIX” de Carlos A. Barreto; así como el documental
“Bandidos legendarios de México” (de cuando History Channel hace bien las
cosas) mismo que pueden encontrar en este link, les diría el minuto en el que
hablan de Los Plateados pero mejor véanlo todo.
Respecto
a La Navidad en las montañas, les dejo este otro enlace al micrositio creado hace algunos años por el INEHRM para
conmemorar la publicación de la obra en París. Además de encontrar algunos
artículos de interés, pueden descargar la novela completa para su deleite. Del
mismo instituto es el artículo “Indio de fealdad hermosa”, el cual ofrece un
marco general del personaje así como documentos y fotografías de mucha
utilidad.
Tal
como lo hice con Prieto, el comercial de la serie Viajes al Siglo XIX, de la UNAM, la FPLM y el FCE, también aplica
en Altamirano, en este caso con el volumen titulado Para leer a la patria diamantina. Antología que reúne lo más
selecto de su producción poética, periodística, política, etcétera. Otro texto
muy recomendable pero un poco más especializado es El pensamiento político de Ignacio M. Altamirano, escrito por la
Dra. Ana María Cárabe y recientemente publicado por Fontarama.
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