sábado, 23 de febrero de 2013

Todo Belascoarán (2da parte)


¿Historias verosímiles?


¿Hay otros mexicanos que viven tu delirio, o has estado encerrado en sueño ajeno?
PIT II

Sí, desafortunadamente lo son, y el autor no se cansa en repetirlo en las notas previas a No habrá final feliz, Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia y Desvanecidos difuntos: “Evidentemente, la historia y los nombres que se manejan en esta novela pertenecen al reino de la ficción. El país, sin embargo, aunque cuesta trabajo creerlo, es absolutamente real.” (p. 383). Y es que algo que ya quiera verse como un pro o como un contra es que a la hora de leer Todo Belascoarán se hace muy difícil distanciar al protagonista del autor,  por ejemplo, Héctor Belascoarán comparte con Taibo una ideología política e ideológica de izquierda, de militancia, la cual quizás es mayormente expuesta en Carlos, hermano del detective, si uno está familiarizado con las opiniones y la trayectoria de Paco Ignacio Taibo II (trayectoria que desearíamos tuvieran más de nuestras figuras políticas y públicas), entonces entenderemos el inherente contacto que impregna tanto a los personajes como a las historias desarrolladas. 


Vuelvo a citar a la entrevista de Carlos Rojas al autor: 

El punto de partida es la venganza de Cuauhtémoc, ejemplificado en una frase popular que dice: “nos la metieron, pero se las cagamos” |...| Yo la traduzco de una manera literaria, menos brutal: ante la injusticia general vamos a ganar de vez en cuando |...| En mis novelas puedo matar a Díaz Ordaz y ahí está la venganza de una generación entera de estudiantes que no pudimos vengarnos de su voluntad criminal |...| Si me consideraran una gente de derecha, me suicidaba, me tomaba un café envenenado para que se me quitara lo puto y lo pendejo. Soy un hombre de izquierda y milito.

Veámoslo así, comprando la saga y enviándosela al primer sueco, noruego, japonés y en resumen, a cualquier habitante del primer mundo y pidámosle, después de un tiempo razonable en el que debió leerla, su opinión. Qué historia, preguntémosle entonces, de entre las siguientes le pareció más inverosímil:

1.- Un recién fallecido faquir y reconocido escapista llamado Zorak se encuentra de alguna manera, no muy decorosa, relacionado con los incidentes del 10 de junio de 1971. En No habrá final feliz.

2.- Medardo Rivera, profesor guerrerense, se encuentra preso en una cárcel de la costa chica de su estado por el homicidio de Guadalupe Bárcenas. Días después, Héctor recibe la encomienda de presentar ante las autoridades al buenazo de Lupe Bárcenas, quien apenas fue visto bien pedote mientras yéndose de putas en su localidad. En Desvanecidos difuntos.

3.-El Ángel, un luchador retirado y amigo personal de Belascoarán es asesinado a la mala, su hijo, el Ángel II pide al detective independiente, que en esta novela y en la siguiente bien la hace de nigromante, investigue las posibles causas, entre las que pronto se descubre un viejo triángulo amoroso. En Amorosos fantasmas.

Seguramente nuestro hipotético amigo primermundista nos contestaría que la tercera es la trama más fumada, quizás, si es un hombre informado (o francés) podría decidirse por la segunda dado el último intercambio México-Francia y la fama que ahora tenemos ante el mundo de liberar culpables que no lo parecen y encarcelar inocentes (que tampoco parecen pero después de una calentadita dan muy bien la finta).


Por el contrario, todos nosotros sabemos que la deplorable realidad nacional nos acerca más a las primeras dos opciones, y tal vez se quedan cortas. Maciek Wisniewski lo ilustra así en “Por sus novelas (policíacas) los conoceréis” (La Jornada, 6 de noviembre de 2012):

Las novelas negras [en Latinoamérica] cobran formas distintas a las clásicas o a las que aparecieron con el reciente boom en Europa |...| Evolucionan para ser posibles: no tienen casos resueltos, a veces ni detectives, reflejando la realidad, las fallas en el aparato judicial y la colusión de agentes de la ley con la delincuencia. Con la “guerra al narco” mutan aún más o de plano hacen lugar a toda la narcoliteratura.

En entrevista colectiva, publicada por Adriana Morán (“La novela policíaca según Paco Ignacio Taibo II, Parra y Monteverde”, Revolución tres punto cero, 17 de diciembre de 2012), Taibo menciona que el género “goza en México de muy buena salud, tiene un montón de lectores y al mismo tiempo hay una parte intelectual que la ningunea |...| La novela ha ganado la batalla donde debe ganarla, con los lectores”. Y el también novelista policíaco Antonio Parra añade que la novela negra “viene siendo la novela realista en México |...| porque tiene una crítica política y social, característica de la novela realista”.
La manera en la que Taibo relata muchos de los episodios dolorosos de nuestra historia y los incorpora a la realidad cotidiana de Belascoarán (que no lo ha tratado muy bien que digamos) es reconocida en distintas latitudes, por ejemplo (y este dato no me consta dado que retomo otra reseña...porque el libro no se vende en MéxicoL) en El señor del carnaval, del autor escoces Craig Russell, la trama se desarrolla en el poblado alemán de Colonia y tenemos a un personaje, comparsa de Jan Fabel (detective de la saga), “con acento español, mexicano afincado en España, con bigotes, bajo y rechoncho, que, para coronar, se llama Paco”.


Recurso que el propio novelista mexicano utiliza para referirse a un Paco Ignacio literario quien a su vez ayuda a Belascoarán en la resolución final del problema en Algunas nubes. Una resolución ojete para el auto cameo del escritor, si me preguntan a mí, y que nos regala diálogos entre detective y escritor como el siguiente:

[Contexto: Paco Ignacio es amenazado por “La Rata”, un gánster que busca hacerse de una considerable herencia, hilo conductor de la trama]
-¿Todo bien?
-Como decía el que estaba cayendo de un edificio de treinta pisos al llegar al catorce: ‘Por ahora, a toda madre...’

(Continúa)

No hay comentarios:

Publicar un comentario