sábado, 9 de marzo de 2013

Todo Belascoarán (4ta parte)


El uso del narrador


Aunque en lo personal me gusta novelas policíacas en primera persona, el estilo de Taibo II entremezcla narradores en sus obras, por ejemplo, en La lejanía del tesoro (Planeta, 2011) el escritor utiliza la primera persona para dar voz a Guillermo Prieto en sus manuscritos perdidos, seguramente extraviados durante su obligada travesía hacia el norte junto a los inmaculados; la tercera persona narra las aventuras de Lord Mandi, por ejemplo; y para adentrarse en la cotidianidad del “general poetastro”, utiliza el llamado monólogo interior.
De la misma manera en Todo Belascoarán, en donde predomina la tercera persona, sin embargo, la segunda persona se utiliza, por ejemplo, al contar el desenlace de Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia (un episodio memorable, particularmente por aquellos mariachis, “suicidas del desempleo”, que se unen a Belascoarán), y también a la hora de narrar, y presentar, a la muchacha de la cola de caballo en el capítulo 5 de Días de combate.



El uso de los diferentes tipos de narrador está cuidadosamente planeado dentro de la serie, a diferencia de, por ejemplo, El Complot Mongol, en donde sin avisarnos Bernal cambia de primera a tercera persona.

Para finalizar

Cuanto más complicado mejor. Cuanto más imposible más bello.
José Ma. Belascoarán Aguirre


Había mencionado ya que considero Todo Belascoarán una lectura obligada, si bien el uso del narrador en tercera persona y la también mencionada poca distancia entre el detective y su creador son los detalles que me dejaron los tragos más amargos, (y esa es mi personal opinión, no digo que sean una equivocación en la obra), los nueve libros nos retratan no sólo a un hombre que de un momento a otro decide lanzarse de detective independiente, sino que nos muestran a toda una ciudad que leemos en esta obra de ficción pero que sufrimos y amamos todos los días.
Si alguien habla dentro de toda la obra, ese alguien es, parafraseando al “Cuervo” Valdivia (locutor de radio, quien aparece por primera vez en Cosa fácil), es aquella ramera llamada DF, de la que somos centinelas, a quien cuidamos de los malos sueños, “vigilamos sus pesadillas y tendemos un manto de solidaridad en medio de la oscuridad” (p. 208).
Todo Belascoarán, además de la resolución de todo tipo de casos, es ver a un detective ponerse en la mira de un asesino con tal de atraparlo, es también recorrer la frontera norte buscando a un antiguo amor mientras bebemos refrescos y recorremos aquellos páramos montados en un Jeep, es huir de alguien (tal vez de nosotros mismos) para tomar un tren a Irapuato (cuando aún había trenes de pasajeros) y hacer el amor durante los 15 minutos que median entre las salidas a la par que dividimos nuestra mente en tres partes, una que piensa en un asesino que te sigue de cerca, otra que piensa en la persona con la que haces el amor, y finalmente otra que rememora novelas de Julio Verne... “Cinco semanas en globo, El faro del fin del mundo, La isla misteriosa, Los náufragos del Liguria, Las Indias Negras, Los hijos del capitán Grant”...y ya de paso Un drama en México antes de decir: “te amo”.


Porque si algo tiene, y en este aspecto, como ya he dicho, Taibo II se pasa por el Arco del Triunfo el tercer mandamiento de Van Dine para entregarnos personajes femeninos realmente entrañables, deseables: La muchacha de la cola de caballo, quien aparece y desaparece entre las primeras siete novelas (suponemos que igual en las otras dos); Elena, adolescente a quien conocemos en un convento de monjas para niñas que por nada aspiran a tal comportamiento; Ana, una pelirroja frágil que no bien conocemos desnuda en un capítulo cuando en el siguiente ya nos la quieren enviar con San Pedro; la vecina de Adiós Madrid; Laura Ramos, heredera del “Cuervo” Valdivia y ya para terminar la enumeración, elijo a mi favorita de esta especie de listado para chicas Bond (chicas Belascoarán, en este caso): Natalia Ramírez.


Quien es mi favorita tan solo por citarme, así, sin avisar, a Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto en la página 649, quienes son dos de mis ídolos decimonónicos favoritos: poetas, periodistas, diputados y en fin, hombres de renacimiento como les dicen y como realmente eran. Lo cual también nos habla de la inminente (y realmente envidiable) cultura del autor, quien cita uno de los poemas más elogiados del Nigromante: “Al amor”, escrito en 1876 y que, para no entrar en diatribas decimonónicas respecto a quien está realmente dedicado, cito:

¿Por qué, Amor, cuando expiro desarmado,
de mí te burlas? Llévate esa hermosa
doncella tan ardiente y tan graciosa
que por mi oscuro asilo has asomado.

En tiempo más feliz, yo supe osado
extender mi palabra artificiosa
como una red, y en ella, temblorosa,
más de una de tus aves he cazado.

Por si no fuera suficiente, Natalia cita, dos veces dado que Héctor pide se lo repita, a Fidel, el poeta más querido de México (al menos en 1890, pues ahora necesitamos de obras como la de Taibo para volver a traer al cantor de la musa callejera a los terrenos a los que siempre ha pertenecido). Por eso yo cierro esta ya no tan breve reseña de Todo Belascoarán (que espero sea del agrado del lector), con el fragmento de Ensueños citado por Natalia en Sueños de frontera:

Eco sin voz que conduce
el huracán que se aleja,
ola que vaga refleja
a la estrella que reluce;
recuerdo que me seduce
con engaños de alegría;
amorosa melodía
vibrando de tierno llanto,
¿qué dices a mi quebranto,
qué me quieres, quién te envía?

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