El uso del narrador
Aunque en lo
personal me gusta novelas policíacas en primera persona, el estilo de Taibo II entremezcla narradores en sus obras, por ejemplo, en La lejanía del tesoro (Planeta, 2011) el escritor utiliza la
primera persona para dar voz a Guillermo Prieto en sus manuscritos perdidos,
seguramente extraviados durante su obligada travesía hacia el norte junto a los
inmaculados; la tercera persona narra las aventuras de Lord Mandi, por ejemplo;
y para adentrarse en la cotidianidad del “general poetastro”, utiliza el
llamado monólogo interior.
De
la misma manera en Todo Belascoarán,
en donde predomina la tercera persona, sin embargo, la segunda persona se
utiliza, por ejemplo, al contar el desenlace de Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia (un episodio memorable,
particularmente por aquellos mariachis, “suicidas del desempleo”, que se unen a
Belascoarán), y también a la hora de narrar, y presentar, a la muchacha de la cola
de caballo en el capítulo 5 de Días de
combate.
El
uso de los diferentes tipos de narrador está cuidadosamente planeado dentro de
la serie, a diferencia de, por ejemplo, El
Complot Mongol, en donde sin avisarnos Bernal cambia de primera a tercera
persona.
Para finalizar
Cuanto más
complicado mejor. Cuanto más imposible más bello.
José Ma.
Belascoarán Aguirre
Había mencionado
ya que considero Todo Belascoarán una
lectura obligada, si bien el uso del narrador en tercera persona y la también
mencionada poca distancia entre el detective y su creador son los detalles que
me dejaron los tragos más amargos, (y esa es mi personal opinión, no digo que
sean una equivocación en la obra), los nueve libros nos retratan no sólo a un
hombre que de un momento a otro decide lanzarse de detective independiente,
sino que nos muestran a toda una ciudad que leemos en esta obra de ficción pero
que sufrimos y amamos todos los días.
Si
alguien habla dentro de toda la obra, ese alguien es, parafraseando al “Cuervo”
Valdivia (locutor de radio, quien aparece por primera vez en Cosa fácil), es aquella ramera llamada
DF, de la que somos centinelas, a quien cuidamos de los malos sueños,
“vigilamos sus pesadillas y tendemos un manto de solidaridad en medio de la
oscuridad” (p. 208).
Todo Belascoarán, además de la resolución de todo tipo de casos, es
ver a un detective ponerse en la mira de un asesino con tal de atraparlo, es
también recorrer la frontera norte buscando a un antiguo amor mientras bebemos
refrescos y recorremos aquellos páramos montados en un Jeep, es huir de alguien
(tal vez de nosotros mismos) para tomar un tren a Irapuato (cuando aún había
trenes de pasajeros) y hacer el amor durante los 15 minutos que median entre
las salidas a la par que dividimos nuestra mente en tres partes, una que piensa
en un asesino que te sigue de cerca, otra que piensa en la persona con la que
haces el amor, y finalmente otra que rememora novelas de Julio Verne... “Cinco semanas en globo, El faro del fin del mundo, La isla misteriosa, Los náufragos del Liguria, Las
Indias Negras, Los hijos del capitán
Grant”...y ya de paso Un drama en
México antes de decir: “te amo”.
Porque
si algo tiene, y en este aspecto, como ya he dicho, Taibo II se pasa por el Arco
del Triunfo el tercer mandamiento de Van Dine para entregarnos personajes
femeninos realmente entrañables, deseables: La muchacha de la cola de caballo,
quien aparece y desaparece entre las primeras siete novelas (suponemos que
igual en las otras dos); Elena, adolescente a quien conocemos en un convento de
monjas para niñas que por nada aspiran a tal comportamiento; Ana, una pelirroja
frágil que no bien conocemos desnuda en un capítulo cuando en el siguiente ya
nos la quieren enviar con San Pedro; la vecina de Adiós Madrid; Laura Ramos, heredera del “Cuervo” Valdivia y ya para
terminar la enumeración, elijo a mi favorita de esta especie de listado para
chicas Bond (chicas Belascoarán, en este caso): Natalia Ramírez.
Quien
es mi favorita tan solo por citarme, así, sin avisar, a Ignacio Ramírez y Guillermo
Prieto en la página 649, quienes son dos de mis ídolos decimonónicos favoritos:
poetas, periodistas, diputados y en fin, hombres de renacimiento como les dicen
y como realmente eran. Lo cual también nos habla de la inminente (y realmente
envidiable) cultura del autor, quien cita uno de los poemas más elogiados del
Nigromante: “Al amor”, escrito en 1876 y que, para no entrar en diatribas
decimonónicas respecto a quien está realmente dedicado, cito:
¿Por qué, Amor, cuando expiro
desarmado,
de mí te burlas? Llévate esa
hermosa
doncella tan ardiente y tan
graciosa
que por mi oscuro asilo has
asomado.
En tiempo más feliz, yo supe
osado
extender mi palabra artificiosa
como una red, y en ella,
temblorosa,
más de una de tus aves he cazado.
Por
si no fuera suficiente, Natalia cita, dos veces dado que Héctor pide se lo
repita, a Fidel, el poeta más querido de México (al menos en 1890, pues ahora
necesitamos de obras como la de Taibo para volver a traer al cantor de la musa
callejera a los terrenos a los que siempre ha pertenecido). Por eso yo cierro
esta ya no tan breve reseña de Todo
Belascoarán (que espero sea del agrado del lector), con el fragmento de Ensueños citado por Natalia en Sueños de frontera:
Eco sin voz que conduce
el huracán que se aleja,
ola que vaga refleja
a la estrella que reluce;
recuerdo que me seduce
con engaños de alegría;
amorosa melodía
vibrando de tierno llanto,
¿qué dices a mi quebranto,
qué me quieres, quién te envía?
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