jueves, 13 de diciembre de 2012

El Coqueto: pesquisas sobre las pesquisas


Cuando veía a una muchacha bonita en la calle, un lado de mí decía:
que muchacha tan linda, me gustaría hablar con ella,
salir con ella, pero otra parte de mí se preguntaba:
 ¿cómo quedaría su cabeza pinchada en un palo?
Ed Kemper

Era el 27 de febrero del presente año y estaba a medio plato de Corn Flakes cuando escuché por primera vez sobre “El Coqueto”, observé con detenimiento el pésimo reportaje y continué desayunando mientras oía lo mal que está Francia o España, ¡Y nosotros que nos quejamos!, me dijo el yo que espera que me trague toda esa basura.
Igual que nuestra superioridad económica y social ante el primer mundo, descalifiqué la noticia de Cesar Armando Librado Legorreta, alias “El Coqueto”, eso sí, le presté más atención al caso después de ver los graciosamente crueles encabezados en los tabloides amarillistas, en donde ofrecían tres millones de pesos como recompensa y organizaban un aparato policiaco digno de película hollywoodense.

Cesar A. Librado Legorreta
Imagen tomada de: CNN México

Durante toda esa semana, el tema fue casi obligado en todas las conversaciones en las que me vi envuelto, por lo que decidí ahondar un poco en el tema y, de mayor manera, en la cobertura del caso en los medios de comunicación.
Y es que, lamentablemente y gracias al hemisferio Ostolazo de mi cerebro (chiste local, pero para que se entienda), me llama más la atención el aspecto mediático que el criminal: en primera, con el “escape” del violador se daba a la fuga también la imagen de la Procuraduría de Justicia del Estado de México, misma que ya estaba manchada por el hecho de que la noticia del violador sacó a la luz una serie de injusticias, candados burocráticos y actitudes negligentes para con los familiares de las seis mujeres violadas y asesinadas.
Ahora que Librado Legorreta fue sentenciado a 240 años de cárcel, las autoridades tratan de resarcir una pésima actuación causada por un sistema podrido en todos sus niveles. Bien lo comenta Anayeli García en “ElCoqueto”, la historia de un violador y un asesino, publicado ayer en Proceso: “la sentencia por feminicidio contra Librado Legorreta –delito tipificado en el Código Penal mexiquense desde marzo de 2011– no es un signo de justicia, sino revela la inacción de las autoridades.”
Un dato brutal es el siguiente: “Según los cruces de información de las familias, en sólo dos meses Librado Legorreta mató a cuatro mujeres sin mayor problema, y todavía se dio el lujo de arrojar sus cuerpos en un radio de menos de tres kilómetros.”
En una sociedad con índices tan altos de inseguridad, creo que el caso del Coqueto, visto desde la manera magnánima con la que los medios lo han tratado (debido a razones que no es necesario mencionar, porque también estamos muy ocupados revisando la caja negra del avión de Jenni), queda empequeñecido con la detención de “El Ponchis” en 2010, quien dijo haber degollado a cuatro personas a sus catorce años de edad; o el de Santiago Meza, “El Pozolero”, detenido en 2009 y cuyas víctimas rebasaban el aproximado de trescientas.
Con lo anterior no digo que no sea importante, sino que debemos observarlo desde puntos de vista diversos, claro que es preocupante que una persona enferma cometa este tipo de crímenes apoyándose, muy probablemente sin conocimiento, en el hecho de que la ley mexiquense otorga penas más severas para violaciones que para homicidios.

¿Serial o no?


El termino asesino serial fue acuñado por el agente del FBI Robert Ressler en los años setenta; y se aplica a individuos que, debido a pulsiones y/o afectaciones psicológicas, asesinan a tres o más personas durante lapsos de tiempo específicos y periódicos, teniendo además, un modus operandi determinado. En este orden de ideas, el Coqueto cumpliría con el requisito de la forma, pero no con el de los lapsos, como tampoco lo cumplió Calva Zepeda, y como sí lo cumplió Juana Barraza.

Tomada de: Sci-fi online

¡Ah, pa’ nombrecito!

Como dije, el caso fue motivo de muchas platicas durante la semana, en las que predominó el  carácter chusco y extremadamente literal de los seudónimos adjudicados a los asesinos en México, ejemplo: El Coqueto, porque le “coqueteaba” a sus víctimas; “La Mataviejitas” porque…mataba viejitas; “El Caníbal de la Guerrero”, porque pues…se comía a sus parejas (otro factor que lo descalificaba como serial) y vivía en la colonia Guerrero; o “El Chalequero”, porque, en aquellos tiempos porfiristas, Francisco Guerrero Pérez, nuestra versión de Jack “El Destripador”, asesinaba prostitutas vistiendo…pues, un chaleco. 



Francisco Guerrero preso en Lecumberri, 1910. Tomada de Wikipedia

Podría seguirme con Pachita “La Alfajorera” pero mejor le dejamos ahí; solo resaltar el que me parece un nombre similar a la tradición europea o norteamericana: “El estrangulador de Tacuba”, recomendándoles leer un análisis excelente de Andrés Ríos Molina en: “Goyo Cárdenas, memorias de un loco anormal”.

Este parece un caso para...


…el bien llamado (y aún, creo se queda corto) “Sherlock Holmes mexicano”: Alfonso Quiroz Cuarón, y con esto termino, esperando que pronto se levante de la tumba y su versión detectivesca zombi le ponga orden a todo el caos reinante en el Establo...digo, en el Estado de México.

Tomada de  Los21revista.com



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