domingo, 2 de diciembre de 2012

Hablando de charrería (1ra parte)


Nota: Al igual que el reportaje anterior, este trabajo fue hecho a principios del 2012 con motivos escolares pero considero que, dado que nada para bien ha pasado respecto a la problemática de la FMCH, el interés y la actualidad están presentes aún.

Dedicado a la redactora de la columna Caleidoscopio, que espero lea y guste de estas líneas desde tierras francesas. Un abrazo.

Uso tosco jarano y chaparreras
en hoja de maíz fumo el cigarro
soy señor de una yunta, bebo en el jarro
el jugo de las verdes magueyeras.
Manuel Carpio (1791-1860)

Fotografía tomada del perfil en facebook de Decharros.com
Acompañe la presente lectura con la siguiente pieza musical.

Hasta hace unos cuantos meses, mi única referencia al llamado Deporte Nacional (que no, no es el fútbol, es la charrería por decreto presidencial de Manuel Ávila Camacho*) era el desfile anual del 16 de septiembre, el cual sintonizaba cuando los charros y las escaramuzas cerraban la festividad. Y hasta ahí. Me preparaba un café o unos chilaquiles para recuperar energías y apagaba la televisión.
Afortunadamente, mi ingenuidad se vio alterada por un pasaje de Los reportajes históricos, escrito por Ángel Pola (e infinitamente recomendable, por cierto*), en el que relataba la persecución de dos chinacos a Miguel Miramón, quien tuvo que lanzarse en plena carrera de su cuaco para evitar ser capturado, aunque el objeto de los soldados no era él, sino su caballo de raza azteca, su silla de montar y su sombrero.
Todo se hubiera quedado ahí de no haber sido por una rápida y escueta visita a la Federación Mexicana de Charrería (FMCH), donde, entre polvo y olvido, se alzaban las iniciales “MM”, en una de las tantas sillas contempladas únicamente por los pocos curiosos que por azares del destino caen en la esquina de Isabel la Católica e Izazaga, esto en el Centro Histérico de la Ciudad de México, claro está.

Iniciales de Miguel Gregorio de la Luz Atenógenes Miramón y Tarelo (1831-1867)...Miguel Miramón, para la banda.

Miramón, conocido por sus partidarios como "el joven Macabeo", murió fusilado junto a Maximiliano y Mejía en el Cerro de las Campanas.

Y es que, no hace falta más que asomarse a esa antigua capilla, casi en ruinas, para comprender las palabras del viejillo aquel, que debe pasar los cien años fácilmente, pero que aún así es el cuidador de un pequeño pero bien proporcionado museo:
-Es una pena que la charrería sea motivo de orgullo para los mexicanos y se le de tan poco apoyo.
Si me permiten decirlo, el viejillo está equivocado. No se le da poco apoyo, más bien no se le da ningún reverendo apoyo. No forma parte de la SECTUR ni mucho menos de la Secretaría de Cultura del DF. Pero eso sí, comentan los funcionarios del museo, cuando es el desfile, ahí los tiene la SEGOB consiguiendo charros a última hora.
Uno esperaría que aplicase aquel dicho de la cuenta de San Bruno: pague lo suyo cada uno, pero no. Los charros extra para el desfile del Bicentenario venían precedidos de la promesa de Felipe Calderón para remodelar el edificio de la federación, que luce una magnífica cuarteadura en su cúpula desde 1985, sin embargo, se quedó solo en eso, en una promesa.


Tal vez uno de los cinco millonarios e idénticos contratos vendidos por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM) a cinco empresas distintas para construir la Estela de Luz, habría bastado para satisfacer las necesidades estructurales y arquitectónicas del Antiguo Convento de Monserrat. Digo, solo tal vez.
Pero bueno, esperemos que la recién estrenada administración sepa obrar de mejor manera respecto al tema, aunque bien dicen que no es charro, ni inteligente, pero se mareó a la gente y quedó de presidente.


Fotografía: Decharros.com

"Nacido de doloroso parto, producto de la unión de dos razas india-aborigen y española, dando paso al mestizo, hombre recio, sufrido con personalidad seria e impetuosa, sereno y digno representante de nuestro campo, que lo mismo lucha con coraje en el desierto, que ríe y enamora a una mujer, o que se arrodilla y besa la mano de su madre, que ama la selva, el llano, el desierto, el cielo, el viento, la lluvia y que su alma campirana, alma de charro, lleva la altivez de nuestras montañas."

(Concluye)

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